El Señor ha estado abriendo varias oportunidades para llegar a más personas con el Evangelio conforme establezco contacto con dueños de estaciones de radiales. Durante el primer trimestre de este año tuve la oportunidad de visitar 49 emisoras. Gracias a Dios 23 aceptaron difundir nuestros programas. Hay una estación que está situada en la localidad de Gramalote. Durante la primera parte del siglo pasado, esta ciudad rechazó por completo la presencia de iglesias evangélicas. Este pequeño pueblo con no más de 3,000 personas fue destruido a finales del 2010.

Después de días con lluvias torrenciales, el suelo empezó a moverse lentamente como un alud de lodo cuesta abajo a una velocidad de unos 13 pies por hora. Las paredes se abrieron, los techos se derrumbaron y se hicieron grietas profundas y largas en la tierra. Una de las torres gemelas del campanario de la iglesia, símbolo de este pueblo, se vino abajo. 870 familias fueron evacuadas, y cuatro años más tarde muchas de estas familias aún siguen dispersas en pueblos aledaños. Luchando para pagar el alquiler y a menudo no pudiendo encontrar trabajo, algunas familias están regresando lentamente a la devastada ciudad a vivir entre las ruinas o al menos a la vista de ellas.

El propietario de la única emisora en Gramalote aceptó con entusiasmo trasmitir los programas

El propietario de la única emisora en Gramalote aceptó con entusiasmo trasmitir los programas

La gente está tratando de aferrarse a las promesas hechas por el gobierno con respecto a la reconstrucción de este pueblo. Desafortunadamente esas promesas están lejos de ser cumplidas. Mi esposa y yo decidimos viajar a Gramalote y pudimos visitar personalmente al propietario de la única estación de radio en la región. Después de enterarse de que el objetivo de nuestros programas es llevar la esperanza en Cristo, el dueño aceptó con mucho gusto el transmitir nuestros programas. Tal vez esta estación, en contraste con muchas otras que han aceptado nuestros programas en otras regiones puede no tener una gran audiencia. Pero esas 100 familias que aún viven en este lugar tienen que oír las promesas hechas a los que confían en Jesús como su salvador personal. ¡Promesas que nunca fallan!

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